RELATOS GANADORES DE LOS CONCURSOS LITERARIOS DEL CENTRO




 EN LA OSCURIDAD
Entró en la biblioteca, la puerta se cerró tras si… No había nadie, pero sentía que no estaba solo. La oscuridad envolvía la sala, el ruido desapareció, los libros parecían haberse quedado dormidos. De repente, una gran sombra espectral apareció de la nada, flotaba cerca de la gran mesa de la señora Geldri, lentamente se le acercaba. El frío recorrió todo su cuerpo, el miedo le invadió, sus piernas temblaban, sus dientes golpeaban unos contra otros, notaba como su pulso se aceleraba, su cuerpo no respondía, se quedó quieto, inmóvil, sólo aquel ser y su respiración agitada llenaban el silencio. En un alarde de valentía, el chico debilucho de ojos azules y desorbitados por el miedo, corrió hacia la pared de enfrente, de un gran manotazo golpeó el interruptor de la luz, en segundos todo quedó iluminado, observó la sala con atención, de su boca salieron unas grandes carcajadas al ver que esa figura aterradora, sólo era el batín de la señora bibliotecaria colgado en una percha.

David Blanes Moreno 2ºA. Ganador del I Concurso de microrrelatos. Ies. Sierra Almijara. Abril 2016.


 Necronomicón
 Entró en la biblioteca, la puerta se cerró tras sí , en mi mente se agolparon los recuerdos de
cientos de días pasados allí, acompañando a don Alonso Quijano, siendo testigo y acompañante de Marina Blau o simplemente ver las aventuras de Bilbo Bolsón y la compañía de los enanos.

Sin duda, la biblioteca era mi rincón para refugiarme y descansar, pero no estaba para aquello, aparte de guardar mis recuerdos más felices, aquel sitio también albergaba mis secretos y temores más profundos.

Enfrentarme a mis miedos y sobrevivir, comencé a rebuscar en las estanterias, intentando encontrar sin éxito aquel libro maldito, que muchas noches me cautivó y del que no me atrevía a mencionar una sola sílaba, salvo su título Necronomicom.

Conforme caía la noche en mi ciudad natal, la biblioteca abandonada ya siglos adquiría un aire de misterio y del que se comenzaban a escuchar lamentos.

Caí de bruces sobre algo mullido, un cojín , el cual levanté y para mi sorpresa descubrí el infierno escrito en tinta, agarré el libro y salí corriendo como alma que huye del diablo.

Me acerqué al cementerio sobre las diez de la noche de aquel inusual uno de noviembre.
Las vidas finiquitadas de hombres, mujeres y niños yacían allí, a recuerdo de unas flores marchitas y una fotografía a blanco y negro pero eso no sería así, para ella.

Empecé a picar en mi tumba, ya que ella se llevó mi vida y lo que quedó era solo un cadáver andante.

Saqué el ataud y entre risas y carcajadas , leí otra vez el capítulo y del bolsillo de derecho saqué una tiza de color negro y con mi mano izquierda preparé el dibujo de una estrella de cinco puntas enmarcada en un círculo, al que arrastré el ataúd, cuando llegaron las doce inicié mi lectura.

Vitam mortis trahit ut tu omnipotens es.

Pasaron las doce y el ataud comenzó a moverse, removí la tapa y ella me abrazó.

Con lágrimas en sus ojos de un completo color oscuro me dijo en una voz serena:

-Te arrastraré al infierno.

Mi cabeza se llenó de sueño y la boca me sabía a cobre.


José Antonio Medina Gálvez. Ganador del I Concurso de microrrelatos. Ies. Sierra Almijara. Abril 2016.